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Alarmante problemática: cerca del 25% de la población está pasando hambre en Bogotá

Crisis alimentaria Bogotá

Durante la pandemia, los trapos rojos en las ventanas de los hogares de Bogotá se convirtieron en un símbolo desgarrador de la necesidad de ayuda ante el hambre, una situación que persiste hasta el día de hoy. La crisis alimentaria en la capital es una realidad dolorosa que requiere medidas concretas.

Según la FAO, aproximadamente el 25% de la población de Bogotá se enfrenta a la realidad de acostarse con apenas uno o dos platos de comida al día. El concejal Saavedra señala que la inflación de alimentos, que ha aumentado en los últimos años, es una de las principales causas de esta situación. Además, explica que la inflación erosiona el poder adquisitivo y que los salarios no aumentan al mismo ritmo que el costo de vida. A esto se suma el déficit en la oferta alimentaria pública en Bogotá, donde las plazas de mercado administradas por el distrito no logran abastecer adecuadamente a gran parte de la ciudad, lo que provoca un aumento en los costos de los alimentos para cubrir los gastos de transporte.

Contexto aquí: Colombia quiere erradicar el hambre sin información actualizada

Entre 2017 y 2021, se ha observado un aumento del 6.3% en los hogares donde se ha reducido el consumo de alimentos debido a problemas económicos, afectando especialmente a áreas como Usme (20.3%), Bosa (19,1%), Ciudad Bolívar (18.2%), Tunjuelito (16,9 %) y Los Mártires (15,1 %). Lo más alarmante es que los niños de 0 a 8 años son la población más vulnerable a la malnutrición.

Para abordar esta problemática, es fundamental identificar oportunidades de coordinación operativa en los Bancos de Alimentos para mejorar la distribución hacia las zonas más necesitadas. Además, es necesario explorar la viabilidad de ofrecer más incentivos fiscales para la donación de alimentos.

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Colombia quiere erradicar el hambre sin información actualizada

frutas

Una de las principales preguntas que ha surgido entre la población es: ¿Qué ha ocurrido con los recursos asignados y los contratos firmados para llevar a cabo los estudios de la encuesta nutricional? Han transcurrido diez años desde la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional, y a pesar de ello, el gobierno colombiano afirma estar abordando el problema de la desnutrición.

Colombia carece de información actualizada para comprender la situación nutricional de su población. El último informe disponible es del año 2015, el cual reveló que tanto adultos como menores de edad presentaban problemas de sobrepeso. Este informe fue posible gracias a la colaboración del ICBF y el Instituto de Salud, quienes proporcionaron datos concretos. Se acordó realizar estos estudios cada 5 años, sin embargo, la segunda edición no vio la luz en 2020. Tras cuatro años de retraso, la falta de esta información ha obstaculizado la toma de decisiones respecto a la asignación de recursos y la implementación de estrategias para abordar esta problemática.

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A pesar de ello, las decisiones nutricionales actuales se basan en datos desactualizados, provenientes de un periodo que ya no refleja la realidad presente. Los estudios disponibles no sólo son inexactos para el contexto actual, sino que también presentan fechas erróneas. Por ejemplo, el estudio se fundamenta en datos del año 2016 y fue publicado en 2017, no en 2015 como se mencionó inicialmente. Esto implica que los preparativos para la segunda edición comenzaron a finales de 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia de COVID-19.

¿Qué ocurrió con los fondos asignados?

El 9 de septiembre de 2020, se firmó un contrato entre el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la Universidad Nacional de Colombia para llevar a cabo el estudio nutricional. El valor del contrato ascendió a $1.992 millones, de los cuales $1.071 millones se destinaron a la primera fase de la encuesta. Si bien la Universidad Nacional cumplió con la entrega de esta fase, el ICBF no avanzó más en el proceso. El 5 de mayo de 2021, en respuesta a un derecho de petición, el ICBF proporcionó un cronograma de las etapas de actualización de la encuesta. Según este documento, las dos siguientes etapas se ejecutarán en 2021, la tercera en 2022, el estudio de campo en 2023 y la difusión en el mismo año. Sin embargo, la situación actual no indica avances significativos en este proceso.

En 2021, se asignaron nuevamente $1.300 millones adicionales al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) para dar continuidad a los estudios nutricionales. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos conjuntos del ICBF, el Ministerio de Salud y Protección Social, y el Instituto Nacional de Salud para desarrollar la cuarta versión, este convenio no se llevó a cabo. En su lugar, el ICBF decidió destinar los recursos hacia medidas de prevención y protección para la primera infancia.

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Primero hambre cero

Primero hambre cero

Estamos a punto de alcanzar el sexto año desde que se fijaron los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), sin embargo, Colombia enfrenta un notable atraso, especialmente en uno de los aspectos más críticos: el objetivo de hambre cero. Actualmente, apenas ha logrado un cumplimiento del 23,9%, según el DNP.

En un artículo de El Espectador, Patricia Lara llama la atención al presidente al resaltar el aumento de las cifras de desnutrición aguda en menores de cinco años el año pasado. Esta situación no solo conlleva a menos oportunidades educativas, sino que también asegura un futuro cercano de mayor pobreza para el país.

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Más que dirigir un llamado al gobierno, podemos inferir que estamos enfrentando una crisis de valores, donde la empatía se ha vuelto poco común en nuestra sociedad. Es un llamado a que cada individuo salga de su propia burbuja y contribuya a la construcción de un país mejor. Se necesita una mayor participación ciudadana que reconozca el valor moral que reside en cada uno de nosotros.

¿Merece  la pena? 

merece la pena

Realizar un ejercicio de análisis interno, donde evaluemos nuestras capacidades internas y desarrollemos cambios para adaptarnos a un contexto en el que trabajar hacia objetivos comunes resulta complejo, puede ser sumamente útil. Esto nos permite contribuir a la eliminación de la cultura de la trampa, la búsqueda de atajos y la corrupción. Una vez resuelto este aspecto, todos podríamos contar con igualdad de condiciones y avanzar hacia el cumplimiento del objetivo de Hambre Cero establecido en los ODS. Considerando el bienestar de los niños que serán el futuro, queda claro que vale la pena el esfuerzo.

Alcanzar el bienestar para todos es una responsabilidad compartida que no recae únicamente en una persona, sino en la suma de todos los esfuerzos. Este proceso puede comenzar desde uno mismo; no podemos abordar los desafíos sin transformar nuestras actitudes egoístas y sin comprender que el objetivo de Hambre Cero nos compromete a todos. La erradicación del hambre y la reducción de la pobreza solo serán posibles cuando todos los colombianos reconozcan sus valores, cuenten con una educación adecuada y tengan acceso a empleos dignos.

Fenómeno de El Niño: así golpea a los cultivos, los precios y la alimentación en Latinoamérica

Fenómeno de El Niño: así golpea a los cultivos, los precios y la alimentación en Latinoamérica

El fenómeno de El Niño ha provocado una ola de calor en varios países de América Latina, afectando severamente al sector agrícola y sus cultivos. Se han implementado medidas para contener la inflación y mitigar el aumento del hambre, sin embargo, según datos de las Naciones Unidas, más de 43 millones de personas se han visto afectadas por esta situación.

Los fenómenos climáticos han desencadenado eventos extremos que van desde sequías hasta inundaciones, impactando de manera significativa en la agricultura, que engloba la ganadería, los bosques y la pesca. Esta industria absorbe el 26% de los daños y pérdidas ocasionados por tales eventos, lo cual toma una gran importancia dado que el 85% de la agricultura depende del agua de lluvia y no del riego artificial.

Las alarmas sonaron ante las olas de calor que afectaron las cosechas de trigo y arroz en Brasil y Argentina. En el caso de Colombia y Chile, los incendios incontrolables dejaron un impacto devastador en la biodiversidad de ambos países. Específicamente en Colombia, los efectos de la crisis climática se hicieron evidentes con el deterioro en la calidad de productos como la acelga, el apio, la coliflor y el cilantro. Sin embargo, la FAO advierte sobre un posible impacto aún mayor en el maíz y posiblemente en el café.

¿Quiénes serán los más afectados?

La advertencia de la FAO sobre el posible aumento en los precios de los productos mencionados plantea un escenario preocupante para los hogares vulnerables, cuyo acceso a estos alimentos podría verse aún más dificultado. Las pérdidas en la producción conllevan aumentos en los costos de transporte, suministros e ingresos, lo que resulta en una serie de pérdidas tanto para los agricultores como para los consumidores.

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Los grupos más vulnerables serán los más afectados, ya que una disminución en la producción agrícola, ganadera y pesquera puede resultar en una menor disponibilidad de alimentos y, por ende, en una reducción de los ingresos de estos hogares.

En este contexto, las familias latinoamericanas podrían enfrentar dificultades para mantener una alimentación adecuada, lo que podría generar deficiencias en micronutrientes y aumentar los casos de desnutrición.

¿Dónde nació el dicho “a buen hambre no hay pan duro”?

a buen hambre no hay pan duro

Los refranes que resisten el paso del tiempo siguen siendo relevantes en la actualidad porque continúan reflejando las realidades para las que fueron creados. Por ejemplo, el refrán “a buen hambre, no hay pan duro” sigue siendo válido debido a que el problema del hambre persiste y las personas están dispuestas a consumir cualquier tipo de alimento para satisfacer sus necesidades básicas.

El autor de los refranes suele ser desconocido, ya que tienden a difundirse de forma oral sin atribuirse a un creador específico. No obstante, podemos indagar en su origen y contexto para comprender mejor su significado.

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La historia coincide en que su origen puede rastrearse en algunos escritos latinos, como “El mejor condimento es el hambre”, atribuido al filósofo Cicerón. Con el paso de los años, este refrán fue evolucionando según el contexto histórico en el que se encontraba. En este caso, el español Íñigo, conocido como Marqués de Santillana, modificó el refrán a “A buen hambre, no hay pan duro, ni falta salsa a ninguno”. Con el tiempo, el refrán se fue distribuyendo en diferentes partes del mundo y se adaptó a distintos contextos, hasta que finalmente quedó como “A buen hambre, no hay pan duro”. 

El cambio climático y el hambre: dos problemas que caminan de la mano

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El 2024 está dejando claro que el cambio climático no es una amenaza futura, sino más bien una realidad tangible que asusta. A la puerta de todos están tocando, sin previo aviso, los eventos climáticos extremos e impactos devastadores sin precedentes para el planeta y el ser humano. Hoy el Niño tiene contra las rejas a Colombia, el último reporte del PMU de las entidades del agro reporta que ya van 23.986 hectáreas de cultivo afectadas debido a las condiciones climáticas, esto responde a la escasez de recurso hídrico, las heladas y los incendios forestales. Estas circunstancias juegan, sobre todo, en contra de los pequeños agricultores.

El Niño es un fenómeno natural de variabilidad climática, se produce con el calentamiento de las aguas del mar pacífico e influye principalmente en la región Andina y Caribe. Está asociado con las sequias prolongadas y la intensidad de las temperaturas. Aunque, ahora mismo, debido a la presencia de otros fenómenos meteorológicos y condiciones atmosféricas el sol inclemente ha mermado y las lluvias torrenciales han tomado protagonismo, esto no quiere decir que los efectos del Fenómeno del Niño no vayan a traer graves consecuencias en los caudales hídricos, los cultivos y el suministro de alimentos.

Este desafío global nos invita a poner sobre la mesa soluciones sociales, ambientales y alimentarias. El cambio climático podría hacer que entre 2,4 millones y 5,8 millones de personas de América Latina y el Caribe caigan en la pobreza extrema para 2030. Una cifra para nada alentadora, teniendo en cuenta que 43,2 millones de personas pasan hambre en Latinoamérica.

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Las familias agrícolas son las más vulnerables a la hora de hablar de cambio climático. Por un lado, las sequías prolongadas reducen el rendimiento de las cosechas y por el otro, se ven expuestas a inundaciones y erosiones en los suelos. Un campo sin cultivos se traduce en la falta de alimento tanto para los campesinos como para las personas que habitan en la ciudad. La producción de alimentos puede disminuir drásticamente si no se toman las medidas de adaptación climáticas necesarias.

Estas medidas son responsabilidad de todos, al estar preparados con acciones reales promovemos que las comunidades rurales puedan estar productivas y dinamizar sus actividades, para que la producción de alimentos no se vea afectada. Una vez más, acudimos a su generosidad y la de sus seres queridos, para unidos luchemos contra el cambio climático y batallemos contra el hambre.