Los refranes que resisten el paso del tiempo siguen siendo relevantes en la actualidad porque continúan reflejando las realidades para las que fueron creados. Por ejemplo, el refrán “a buen hambre, no hay pan duro” sigue siendo válido debido a que el problema del hambre persiste y las personas están dispuestas a consumir cualquier tipo de alimento para satisfacer sus necesidades básicas.
El autor de los refranes suele ser desconocido, ya que tienden a difundirse de forma oral sin atribuirse a un creador específico. No obstante, podemos indagar en su origen y contexto para comprender mejor su significado.
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La historia coincide en que su origen puede rastrearse en algunos escritos latinos, como “El mejor condimento es el hambre”, atribuido al filósofo Cicerón. Con el paso de los años, este refrán fue evolucionando según el contexto histórico en el que se encontraba. En este caso, el español Íñigo, conocido como Marqués de Santillana, modificó el refrán a “A buen hambre, no hay pan duro, ni falta salsa a ninguno”. Con el tiempo, el refrán se fue distribuyendo en diferentes partes del mundo y se adaptó a distintos contextos, hasta que finalmente quedó como “A buen hambre, no hay pan duro”.