Todos esperamos llegar a casa rápido cuando llueve. Allí estamos seguros, protegidos y resguardados de las fuertes lluvias, pero esta no es la realidad que afrontan cientos de colombianos. Muchas viviendas están construidas en zonas cercanas a ríos, quebradas o en lugares con alto riesgo de inundación. Las familias que las habitan, la mayoría de las veces, viven en situación de vulnerabilidad y no tienen los recursos suficientes para trasladarse a otro lugar.
Según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), desde septiembre que inició la actual ola invernal en Colombia, van más de 488.502 damnificados, 281 heridos, 204 muertos y 37 desaparecidos en más de 800 municipios. Estas cifras nos deberían doler a todos.
A diario vemos en la portada de periódicos o en los noticieros de televisión historias desgarradoras. Mujeres y niños caminando con el agua hasta el pecho dentro de sus hogares en búsqueda de algo por rescatar; campesinos y agricultores tratando de salvar una mínima parte de sus cultivos; familias enteras con la mirada perdida ante las ruinas de sus casas; hombres y adultos mayores cargando muebles de un lado al otros en calles completamente inundadas y menores desesperados por encontrar a sus padres sospechando lo peor al no encontrarlos.
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“Las lluvias agrietaron las paredes de mi casa. Ya una se vino abajo y la media hectárea que había sembrado toda se perdió. El problema es que yo pago los servicios y la comida con lo que vendo del cultivo, pero imagínese ahora que no queda nada, ¿Qué voy a hacer?”, afirma José Roberto León, quien hace parte de una comunidad de Silvania, Cundinamarca.
Ante este estado de emergencia, el Banco de Alimentos de Bogotá y Noticias Caracol, mediante una alianza, han movilizado la generosidad de miles de personas de buen corazón que están dispuestas a ayudar. Siempre después de una calamidad que queda lo que más queda es hambre. Flotas de camiones han salido llenas de alimentos y cargamos de esperanza para las zonas más afectadas: Chocó, Buenaventura, La Guajira, Atlántico, Cundinamarca y Bogotá. Estamos llegando a muchas familias damnificadas, pero aún faltan muchas más por atender. Por eso, la invitación es a que usted, su familia y amigos se sumen a esta lucha contra el hambre, que también significa invierno, angustia e incertidumbre.