Hoy, los embalses y páramos que suministran agua potable a la capital de Colombia se encuentran en estado crítico. La capacidad del sistema de Chingaza, que es el encargado de proveer el 70% de este recurso vital a Bogotá, apenas alcanza el 16%. Los otros dos embalses también presentan niveles preocupantemente bajos: Tibitoc solo llega al 50% de su capacidad, mientras que el embalse El Dorado está por debajo del 45%. La situación actual es resultado de advertencias previas que, lamentablemente, se han convertido en una realidad imposible de ignorar.
En lo que va de este año, los efectos extremos del Fenómeno del Niño han causado estragos ambientales, económicos y sociales inmensos. Parece que, durante el 2024, las inclemencias climáticas serán la noticia del año. Nos espera una grave crisis climática si no comenzamos a acatar las recomendaciones y a cambiar nuestro comportamiento en cuanto al cuidado de los recursos naturales. En nuestro Banco de Alimentos de Bogotá, somos conscientes de que el cambio climático y las dificultades ambientales están estrechamente vinculadas a la escasez de alimentos, un flagelo que actualmente sufren millones de personas y que, en un corto o mediano plazo, podría aumentar desmesuradamente.
Hace unos días, las principales conclusiones de un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) revelaron que más de 1.000 millones de platos de comida se desperdician al día, lo que equivale a más de 1.050 millones de toneladas de desperdicio alimentario en el mundo durante el 2022. Del total de alimentos desperdiciados, el 60% proviene de los hogares, mientras que el 28% corresponde a los proveedores de servicios alimentarios y el 12% al comercio minorista. La pérdida de alimentos representa una tragedia mundial que no solo permite que las estadísticas del hambre continúen en aumento, sino que también contribuye negativamente al incremento de gases de efecto invernadero, como el metano y el dióxido de carbono, en la capa de ozono, provocando así repercusiones sustanciales en el clima y en la naturaleza.
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En el Banco de Alimentos, nos comprometemos con acciones concretas para atender esta crisis. Disminuiremos el lavado externo de nuestra flota de 12 camiones y reduciremos el lavado de los pisos de nuestra planta de más de 6.540 m². Esto nos va a permitir ahorrar más de 3.000 litros de agua al mes. Además, seguiremos trabajando junto a empresas de la cadena alimentaria, comerciantes de la central de abastos y agricultores de municipios aledaños a Bogotá para recuperar los excedentes alimentarios que no se logran comercializar, pero que aún son aptos para el consumo humano. Una tarea que no solo promueve la seguridad alimentaria en la ciudad, sino que también contribuye de manera significativa a las acciones por el clima y el medio ambiente.