Los derechos de la niñez están siendo opacados por el cambio climático. Los eventos meteorológicos extremos amenazan la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los más pequeños. Son una bomba de tiempo que pone en riesgo sus vidas. Los niños y niñas son más vulnerables ante un desastre natural o una tensión climática. Las capacidades limitadas, que tienen a esa edad, no son suficientes para enfrentar sequías, inundaciones, avalanchas o enfermedades derivadas de las crisis ambientales.
El cambio climático no solo perjudica al planeta, sino que acelera e intensifica la desigualdad. En Colombia, el 12,1% de la población vive en condiciones de pobreza extrema. Estas personas son las que más sienten la rudeza de la degradación climática y ambiental. Una gran parte de la sociedad, especialmente los más indefensos, están al borde de un precipicio aún peor del que ya se encuentran. Como si no fuera suficiente con las necesidades que ya tocan a la puerta de sus casas, ahora tienen que estar preparados en constante alerta para que el cambio climático no aumente las problemáticas relacionadas con la salud, el alimento, el agua potable y la infraestructura digna, dificultando las acciones encaminadas a luchar contra la pobreza y el hambre.
En América Latina y el Caribe, según el Índice de Riesgo Climático Infantil (CCRI), se estima que 169 millones de niños y niñas viven en áreas afectadas por al menos dos riesgos climáticos y ambientales; 55 millones sufren por la escasez de agua; 85 millones están expuestos al Zika; y 115 millones están arriesgados al dengue.
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En Colombia, desde hace algunos años, cada tanto se presentan situaciones adversas relacionadas con los intempestivos eventos climáticos extremos, dejando sobre la mesa la certeza de que no es un problema alejado. Por un lado, la última ola invernal destruyó hogares, escuelas y centros de salud, influyendo drásticamente en el bienestar de los menores y sus familias. Mientras que la actual sequía ha perjudicado los ecosistemas ambientales, ha aumentado la escasez de agua potable, ha crecido la pérdida de cosechas y ha incrementado algunos precios de los alimentos, estos hechos se traducen en inseguridad alimentaria y enfermedades para los niños y niñas de las familias más vulnerables, comprometiendo su vida misma a un nivel muy peligroso.
En el Banco de Alimentos de Bogotá, estamos abanderados por los derechos de nuestra niñez. Es por eso que, seguimos luchando contra el desperdicio alimentario de la mano de la empresa privada, los comerciantes de la plaza de mercado más grande del país y los agricultores de diferentes municipios, con el fin de que las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyan; pero al mismo tiempo, mediante nuestro Programa de Nutrición Integral, nos esforzamos por llevar alimentos de calidad a la niñez más necesitada, fortaleciendo el tejido de solidaridad que une a quienes pueden ayudar y a quienes necesitan ayuda.
Defender los derechos de la niñez pasa por tomar acciones y adaptaciones urgentes frente al cambio climático. Es una carrera contra el tiempo que, si no se asume con la constancia, contundencia y generosidad requerida, es imposible alcanzar la meta. La invitación sigue siendo a que usted apoye iniciativas como la del Banco de Alimentos de Bogotá, que logran una labor integral y sostenible para construir comunidades más resilientes, pero también para promover el cuidado del planeta.