Querida tierra:
El campo es sinónimo de vida. A diario campesinos y agricultores se levantan a preparar la tierra, sembrar semillas y cosechar alimentos que se servirán en la mesa de millones de familias. De sus reverdecientes cultivos, constantes lluvias y entrega de sus hijos depende, gran parte, que no exista hambre. José Luis Suarez, Yerson Castiblanco y Cesar Molina de la vereda Noruega baja, de Silvania, Cundinamarca, son algunos de esos jóvenes que contribuyen desde su producción agrícola al desarrollo sostenible rural.
Ellos no solo cultivan esperanza, sino que aportan a que las familias más vulnerables tengan un alimento digno y saludable. Dicen que la unión hace la fuerza y en el Banco de Alimentos de Bogotá somos testigos de ello. Por un lado, la generosidad de estos jóvenes al aportar los excedentes que no logran ser comercializados pero que están en buen estado, mientras que por el otro, la efectividad del Programa de Recuperación de Excedentes Agrícolas (PREA), del BAB, con el que se brinda asistencia técnica a campesinos y se recuperan estos alimentos para luego llevarlos a las familias más necesitadas.
Es una cadena de solidaridad, determinación e innovación. En la que no solo se calma el hambre de los más vulnerables, sino que también se promueve el desarrollo territorial de aquellos que viven en el olvido y la dispersión. Aunque las difíciles condiciones de las carreteras para lograr que los productos sean accesibles y la escasez de herramientas a la hora de cultivar hagan más complicada está tarea. Que junta a los corazones humanos, fraternos y nobles.
“Lo más hermoso de mi trabajo es cuidar la tierra. Observar como va germinando cada semilla y contemplar cómo cada rama crece hacia el cielo es un regalo. Aquí la vida no es sencilla, a veces no podemos pagar el camión para que suba a recoger el producto o no hay quien compre la cosecha, pero gracias a la generosidad del Banco de Alimentos no pasamos hambre y ayudamos a más personas” asegura Yerson Castiblanco.
Querida tierra, esta carta no es más que un agradecimiento eterno por toda la vida, sabiduría y alimento que nos brindas. Las manos mágicas de campesinos te protegen a través de sus verdes, sanos y vigorosos cultivos. Por eso, con nuestra labor de garantizar la seguridad alimentaria y mejorar los procesos de los agricultores queremos ayudar a conservarte, para que sobre ti no se derrame más violencia, sino se empiece a sembrar inclusión, equidad y respeto por la biodiversidad.