Al mirarla a los ojos es inimaginable pensar que su historia está marcada por la violencia. A ella le tocó vivir lo que ninguna niña debe vivir, a ella le tocó callar lo que nadie debe callar, a ella la vida misma le presentó su cara más oscura. Yosmary Castro, es una mujer valiente, risueña y con una pasión indiscutible por contribuir al bienestar de los niños y niñas más vulnerables de Bogotá.
Ahora mismo, ella es la fundadora y directora de la Fundación Amigos Samaritanos, una organización social centrada en la pedagogía infantil, la seguridad alimentaria y el apoyo a la mujer gestante y lactante. Queda en el barrio Los Almendros, en Kennedy, una zona en la que habitan recicladores, vendedores ambulantes y madres cabeza de hogar que se desempeñan como empleadas de servicio o como trabajadoras sexuales. Es una de las tantas zonas de Bogotá que necesita un coraje extraordinario para poder enfrentarla.
Al preguntarle que la motivó a liderar este proyecto, con mucha intrepidez, valor y sin anestesia recuerda su pasado. Por diferentes razones su mamá huyo a la calle cuando quedo embarazada de ella, allí conoció a un hombre y al poco tiempo terminaron viviendo juntos. Desde los 3 años hasta aproximadamente los 12 años, Yosmary Castro sufrió de violencia sexual y psicológica por parte de este hombre, un hombre sin rostro, sin nombre, que nunca merece ser recordado. No solo abusaba de una niña inocente, sino que la amenazaba diciéndole que si llegaba a decir algo mataba a su mamá y sus otros hermanos. Esta niña indefensa se puso como escudo de guerra, bala por bala fue recibida, para que a ninguno de sus hermanos le tocara vivir lo que ella estaba padeciendo en silencio.
Tal vez te puede interesar: Banco de Alimentos de Bogotá distribuyó cerca de 18 millones de kilogramos de comida en 2023
A los 15 años se fue de la casa con una pareja que consiguió. Era la oportunidad perfecta para reconstruir las alas que le habían cortado, enfocó su camino al estudio, al trabajo y a Dios. Aprendió lo que era vivir sin miedo. Yosmary Castro, como un ave fénix se reconstruyó y sin rencor y empuñando una bandera de justicia social empezó a trabajar por todos aquellos que no tienen voz y necesitan ser escuchados. Como si fuera poco todo lo que le había pasado, ella terminó sufriendo de violencia intrafamiliar, pero gracias a su valor y entereza se separó.
Desde hace ocho años, llegó a este barrio con un sueño: educar, alimentar y apoyar a quienes viven inmersos en la violencia y exclusión. Hoy en esta fundación desde las 7am hasta las 5pm, junto con su equipo de trabajo, brindan clases complementarias de educación infantil, alimentación saludable gracias al trabajo en sinergia con el Banco de Alimentos de Bogotá y acompañamiento a las madres gestantes y lactantes para que las mujeres no estén solas en este proceso. Además, tienen talleres los fines de semana para prevenir los riesgos que trae la calle.
Tiene niños, niñas y jóvenes que van desde los 0 hasta los 16 años, unos 250 aproximadamente por año. La mayoría de estos pequeños viven en casas hacinados con otras familias en extrema pobreza y no pueden ir a una escuela normal porque sus padres no cuentan con los recursos suficientes.
En el mes de la mujer queremos hacer un homenaje a todas a esas mujeres que no se detienen ante la adversidad. A esas mujeres guerreras que a diario luchan con extrema determinación por garantizar los derechos humanos de toda la sociedad. Gracias al trabajo mancomunado del Banco de Alimentos de Bogotá con estas organizaciones sociales se puede garantizar una alimentación digna y segura a todos estos menores, que muchas veces lo único que comen es lo que les brindan estos espacios.
La invitación es a que usted con sus acciones de generosidad se sume a marcar la diferencia y nos ayude con el propósito de alimentar a Colombia.
