La experiencia de mujeres maravillosas desarrollando oportunidades en comunidades campesinas vulnerables.
Hilando oportunidades – La mesa de trabajo es una estiba de madera sostenida por cuatro canastillas. No es grande, apenas un metro de largo. La adornan tres puntillas que son utilizadas para enrollar la hilaza de algodón blanco. Se requieren varias vueltas, debe estar templado para poder finalizar con el amarrado. Clementina Franco, de 71 años y Elisa Nassar, de 75 son las encargadas de este primer paso en la elaboración de traperos artesanales. No se detienen, sus manos son igual de ágiles que las de una máquina y su empeño tan perseverante como cuando tenían treinta años. Al tener la cantidad de hilaza exacta, con un cuchillo mayúsculo dan un corte contundente. La puntilla del centro es la medida justa.
Son seis mujeres adultas mayores, de Viotá, Cundinamarca, quienes trabajan en este proyecto productivo liderado por Fundación Avanzando con Dignidad (Fundacod) y el Banco de Alimentos de Bogotá (BAB). Algunos dirán que a esa edad ya es hora de descansar, pero estas mujeres rozagantes piensan y hacen lo contrario. Se sienten autónomas, empoderadas, libres, pero sobre todo útiles. En sus hogares hay necesidades y ellas quieren aportar desde su experiencia, voluntad y fortaleza, a cubrirlas.
Todos los traperos deben pesar lo mismo, 250 gramos. Aquí Patricia Muñoz y Gilma Aldana, de 59 y 74 años respectivamente, son las delegadas para revisar, intervenir y equilibrar cada amarre de hilaza que reciben cortado. Quitan hilos sobrantes cuando pesan de más y ponen hilos faltantes cuando es necesario. Son rigurosas y precisas, no se les escapa el más mínimo detalle.
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Después, pasan a las manos fuertes y ojos tiernos de Mariana Quimbaya, de 58 años. Una tabla rígida de grosor medio ubicada de manera vertical, es el soporte que utiliza para realizar su tarea. Poner un gancho en la mitad del trapero, incrustar la copa al palo, fijar con un martillazo fuerte y terminar ajustando el con alicantes.
Hace 4 años este proyecto está transformando vidas. Fundacod y el BAB han creado espacios de integración, participación y generación de oportunidades para personas que viven en situación de vulnerabilidad y desde entonces con este programa de adulto mayor, se ha logrado mejorar la calidad de vida, promover la autonomía económica y darle valor a ese maravilloso poder femenino. Asimismo, el Programa de Recuperación de Excedentes Agrícolas (PREA) liderado por el BAB, también está presente en el territorio beneficiando no solo a las participantes de este proyecto, sino a campesinos y agricultores de las veredas.
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El último paso es el control de calidad. Gloria Inés Sánchez, de 55 años, los vuelve a pesar, les corta los hilos que se escaparon en el proceso y finalmente, los empaca en bolsas transparentes dejándolos listos para ser entregados. En el día fabrican 250 traperos, trabajando solo por las tardes, porque en la mañana están haciendo sus labores hogareñas. El 100% de la producción se logra comercializar gracias a la generosidad del BAB, que al mes les compra más de mil traperos. Aunque este proyecto ha tenido que sortear muchas adversidades, debido a las fuertes temporadas de lluvias, que muchas veces ha inundado la casa-taller, sigue a flote y con una fuerza imparable que tiene como motor garantizar una vida digna a una comunidad que no se resigna y quiere seguir avanzando por la senda de la equidad.