Erradicar el hambre: una tarea cada vez más lejana

Parece no ser cierto pero cada 4,25 segundos una persona muere a causa del hambre, según un estudio de 238 organizaciones humanitarias en 2022.  En pleno siglo XXI donde  hemos creado robots que pueden reemplazar las funciones de todo un equipo, inventado carros voladores o descubierto planetas similares a la tierra, no hemos podido encontrar la cura para el virus más longevo de todos: el hambre. Así empieza un reportaje titánico sobre la falta de alimentos en el mundo, por Oscar Granados, en El País.

Unas 839 millones de personas no tuvieron alimentos dignos en sus mesas el año pasado, según la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Aunque esta cifra sólo contempla la invasión de Rusia a Ucrania, según expertos esta cifra puede aumentar cuando se calculen los acontecimientos por el cambio climático, la variación en los precios de los alimentos y la deuda de los países más pobres.

El panorama ya era desolador antes de iniciar la pandemia, pero ahora que ya estamos superando las secuelas del covid-19 la situación por la falta de alimentos sigue disparada. En 2021,  más de 2.300 millones de personas en el mundo, vivían en la incertidumbre de conseguir alimentos y pocas veces contaban con una dieta saludable, es decir padecían inseguridad alimentaria. Durante el año pasado, problemas sociales, económicos y políticos salieron a relucir en todo el globo y el precio de los alimentos alcanzó máximos históricos. 

Malas cosechas

Antes de la invasión de Rusia a Ucrania, el mundo ya estaba haciendo frente a las malas cosechas de América del Sur -donde Argentina y Brasil son grandes jugadores en el mercado de soja, trigo, arroz y maíz- a la creciente demanda mundial de semillas, a un incremento en el coste de los combustibles y a los problemas en la cadena de suministro. La incertidumbre aumentó cuando la exportación de estos dos países graneros se puso en duda.  Desde entonces países como Argentina, prohibió la exportación de harina y aceite de soja; Egipto y la India, limitaron la venta de trigo; Malasia hizo lo mismo con los pollos; y la China impuso restricciones enormes con la salida de fertilizantes agrícolas.

Aunque muchos países revirtieron las restricciones durante el año pasado, según el Banco Mundial en diciembre aún había 19 países con estas limitaciones y 8 más estaban imponiendo limitaciones en sus ventas. Esta tendencia de limitación y reducción ha causado un crecimiento bastante grande en el precio de los alimentos a nivel mundial, dejando como principales afectados a los países más pobres. 

Para aquellos que tienen una elevada deuda la situación es más que desafiante. Si ya no se tiene capacidad para pedir un préstamo, se limita la capacidad para comprar alimentos e insumos para cosechar. No se puede separar el problema financiero, de las crisis alimentarias. La FAO, ha contabilizado al menos a 62 países que no solo están comprando menos alimentos, sino que además los están pagando más costosos.

Insumos agrícolas

Mientras que las potencias mundiales siguen acaparando todos los insumos, los países en desarrollo incrementan sus crisis alimentarias por la falta de adquisición de estos productos. Al coste de los alimentos, se le suma el de los fertilizantes, semillas, pesticidas y energía. La factura de importación de estos productos se ha disparado  un 50% en 2022.  Los fertilizantes y energía son garantes de una buena cosecha, pero la reducción de estos causa el efecto contrario.  

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La desigualdad es abismal. Por ejemplo, Georgia y Bielorusia adquirieron el 90% solo a Rusia. Somalia – donde según Oxfam hay más de 300.000 personas al borde de una hambruna – importó más del 90% de este cereal a las dos naciones en guerra.  Además, países como Uruguay, Colombia, Albania, Brasil, México, Mozambique e incluso la Unión Europea dependen de los insumos rusos en un 20% o más de sus importaciones. 

La inflación interna en los precios de los alimentos continúa siendo alta. Al cierre del año pasado, según el Banco Mundial el 83,3% de las naciones de renta baja, el 90,5% de aquellos con renta media – baja y el 94% de los que tienen una renta media – alta habían registrado una inflación del 5%, incluso varios de ellos llegando a los dos dígitos. 

Conflictos armados

Somalia, Haití, Kenia, Níger, Afganistán, Guatemala y Madagascar, entre otros, han sufrido un aumento del 123% del hambre aguda en los últimos seis años, según Oxfam. En Yemen, la situación también es alarmante, los diversos conflictos armados que han azotado al país lo han dejado devastado. 

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La guerra solo causa más hambre. Por eso, según varios representantes de la FAO se han perdido décadas de lucha contra la pobreza con la presencia de todos los conflictos actuales. De prolongarse la guerra, el mundo tendría un problema de acceso y no de disponibilidad como ahora, pues Rusia y Ucrania reducirían considerablemente sus exportaciones. Estamos ante una crisis de hambre como no se ha visto antes, pues los precios de los alimentos en 2023 seguirán aumentando.