La ola invernal y la pandemia aumentó el hambre en las poblaciones más vulnerables. Testimonio de una mujer que, a pesar de dormir entre el barro y el agua durante 7 días, aún cree en la fuerza más poderosa de los seres humanos: la generosidad.
Llueve, las gotas de agua retumban con fuerza en las tejas de la casa. Queda al borde del caño, por una entrada angosta con paredes carcomidas y desgastadas por la humedad. Allí lo único estable es la esperanza de Yerly León García, de 40 años. Aunque todo parece doler adentro y fuera de ella, aunque su vida parezca agrietada por el hambre y las fuertes lluvias.
A las 12 de la noche se desbordó el caño. El agua y el barro, sin temor a nada, arrasó con todo a su paso. Colchones, armarios, camas y alimentos se perdieron en menos de dos horas. Esa noche del 12 de abril, Yerly y su familia: Willian Flórez, su esposo, de 40 años; Lendy León, su hija, de 22 años; Jeilen León, su nieta, de 3 años; y Manuel Herrera, su papá, de 82 años, tuvieron que salir corriendo a la calle, porque la casa se inundó por completo. La lluvia estaba derrumbando casas, estaba derrumbando años de trabajo y esfuerzo.
Fueron 7 días, que durmieron entre los escombros y el lodo junto con mas de 150 personas damnificadas, como ellos, del barrio Antonio Ricaurte Bajo, en Villavicencio.
Como si esto fuera poco, hace dos semanas, Yirley empezó a sufrir de una parálisis fácil. Sin embargo, hay una fuerza que aún la impulsa y la llena de fortaleza ante el panorama tan gris: la generosidad de muchos.
- Esta situación me enseñó que a pesar de la gente estar mal, no desamparan a los demás. No se pierde el calor humano – dice Yerly León -. Yo les doy muchas gracias, nunca habíamos recibido tanto calor humano como en este último año. Ver a las personas untarse de barro y aguas negras por el bienestar de mi familia, no tiene precio.
Yerly, con la mirada perdida entre las grietas de su casa nos cuenta que las autoridades le dijeron que había un 70% de probabilidad de que la casa se viniera abajo y es que con tan solo mirar se nota: el verde mohoso, la pintura cuarteada, la madera podrida y las grietas que atraviesan de lado a lado la pared, dan señas de que en cualquier momento todo puede quedar en ruinas.
A la adversidad que trajo la ola invernal, se une la falta de alimentos durante la pandemia. Durante los dos primeros meses de la crisis sanitaria no tenían que comer. Por lo tanto, tuvieron que enviar a Lendy y Jeilen donde un tío para que no pasaran necesidades. Mientras que ellos soportaban la rudeza del hambre, durante 5 meses solo comieron 2 veces al día. Incluso todavía hay días que no logran comer las 3 comidas.
- Yo iba a pedir alimentos a los supermercados durante los primeros meses de la pandemia – dice Yerly León -. Con eso que me regalaban preparábamos fogones comunitarios acá en el barrio, porque había muchas familias que no tenían que comer. Gracias a ellos y a las ayudas del Banco Alimentos Bogotá, lográbamos comer.
El Banco de Alimentos de Bogotá, esta comprometido con garantizar la seguridad alimentaria en el país. Por eso, durante el 2020 multiplicó sus esfuerzos para ayudar a las familias con más necesidades en todo el territorio colombiano. Además, en el 2021 ha entregado 10 millones de kilos de alimentos en las poblaciones más vulnerables.
Aunque parezca mentira, cuando le preguntan qué enseñanza le ha dejado todas estas situaciones, Yerly sonríe y con esperanza dice “La pandemia ha dejado a mucha gente sin familia, pero abrió los corazones duros también. Hizo que hubiera más unión. Se volvió a sentir el calor humano de la gente”. Y tal vez esa sea la única verdad, ante la confusión, el desespero y el hambre, ¡lo único que queda es la generosidad!
Si quieres ayudar a más familias como Yerly, ingresa y haz tu donación en: www.bancodealimentos.org.co
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